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A los 70, el “padre del surf” en Argentina, sigue desafiando a las olas gigantes
“Pienso surfear mucho tiempo más. Por lo menos hasta los 140 años”, bromea desde el parador Wikiki de Mar del Plata, este mito viviente y padre de nueve hijos y 11 nietos, todos herederos de su pasión. Ya son más de 4.000 alumnos los que recibieron sus enseñanzas en las playas de Punta Mogotes.
Surfear es lo más lindo que te puede pasar en la vida”. Al borde de la emoción, Daniel Gil define su razón de existir, y su convencimiento genera ganas de subirse a una tabla de inmediato. Con 70 años, todos los días se sigue levantando, esperando una buena ola para meterse al mar y bracear sobre su longboard, ponerse de pie, y dejar en claro que se trata de un mito viviente y más que vigente. “Pienso surfear mucho tiempo más. Por lo menos hasta los 140 años”, dice con una sonrisa este padre de nueve hijos (siete mujeres y dos varones) y 11 nietos. Y cuenta que todos ellos “surfean y son de Boca. Como debe ser”.
Reconocido por todos como “El padre del surf”, Daniel cuenta su rica historia de cómo adoptó su pasión, y recuerda con lujos de detalles diferentes anécdotas de su vida, como la vez que, con 16 años, y en Miami, descubrió que existían las tablas de surf. “Cuan do vi las longboards una al lado de la otra, en un negocio de surf, se me aflojaron las piernas. Le pedí a mi papá que me comprara una, pero ya teníamos tantas cosas para traer que la respuesta fue un no rotundo. Y en Buenos Aires no existían. Pero luego viajé a Brasil, donde sí las pude encontrar”, cuenta.
Y ahí surge otro recuerdo increíble: “El último día de ese viaje me encuentro a un carioca caminando por Copacabana con su longboard bajo el brazo. Intenté de todas las formas comprárselo o alquilárselo, pero no quería. Hasta que en un momento me dice “te la voy a prestar”. Sacó una libreta de bolsillo, pasó varias páginas, y me dijo: “Pueden ser sólo 10 minutos, y recién dentro de 12 días”. Me pasé todo el tiempo sentado en una piedra viendo como todos los de la lista, incluido el dueño, usaban la tabla. Cuando por fin me subí, de tanto mirar ya parecía un experto”.
Un sueño concretado
Daniel actualmente vuelca toda su enorme experiencia en su Academia Argentina de Surf, y en la escuela Kikiwai Surf Club, un deseo que siempre tuvo y que lo concretó en la década del 60’. Abre todo el año, y está ubicada en el extremo sur de Punta Mogotes, un punto elegido no por casualidad: “Este es el mejor lugar para surfear de todo el país”.
En todos estos años, más de 4.000 alumnos recibieron sus enseñanzas. “Además, contamos con una beca para jóvenes estudiantes. Aquellos que tengan todas las materias con más de siete, reciben clases gratuitas. La idea es que los chicos se esfuercen estudiando y que, si le va bien, encuentren aquí un premio”, define.